El Legado de los Hijos del Mar - Capítulo III - Un zorro rojo




Esa mañana se despertó inquieta, había soñado con una especie de aullido que la había hecho sentir muy triste, tardó unos minutos en percatarse que no eran parte de un sueño sino de la realidad y allá afuera del castillo un animalito aullaba adolorido.

No lo pensó sino que automáticamente se calzó las botas y así en su raro, blanco y de diseño antiguo camisón bajo rápidamente las escaleras y corrió al bosque guiada por el sonido lastimero. No le importaba la hora, si alguien la veía en paños menores, nada de nada, salvo salvar a ese pobre animal que lloraba.

Luego de correr bastante le encontró era un pequeño zorro rojo todo lastimado, seguramente se había peleado con otro cánido y había salido perdiendo, su pelo erizado, mojado y con partes menos evidenciaban este hecho. Sin dudarlo alzo al pelirrojo animal y así a paso firme enfilo hacia el colegio más precisamente hacia la enfermería.

Mientras la enfermera del lugar se encargaba del pobre animal se percató de la hora, apenas si eran las 7 am la mayoría de sus compañeros recién debían estar despertando…

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Ya en su primera clase, vestida y arreglada normalmente para el instituto no pudo parar de percatarse que algunos alumnos la miraban de reojo y charlaban por lo bajo pero decidió dejarlo pasar hasta que al pasar al primer receso del día una bruja pelirroja, que reconoció de 5º año la miro de arriba a abajo con desdén y con una risita burlona le dijo mientras salía del aula.

-Creía más decencia de tu parte O’Sullivan –pronunció su apellido materno con desprecio como si detestara el solo mencionar ese apellido y a Raquel le enfureció eso y que no usara su apellido paterno.

Es más ya estaba lista para atacarle cuando una mano suave y femenina se posó sobre su hombro.
- Déjala Mildred anda celosa de todo el mundo toda su vida – pronuncio la joven con voz calmada y la pelirroja giró sobre si misma par encontrarse con una joven castaña de ojos verdes - Raquel Weasley O’Sullivan ¿verdad?, un gusto yo soy Aina Bergström – saludó la joven tendiéndole su mano a lo que la aludida correspondió apretando suavemente su mano y asintiendo – por cierto, hermoso gesto el de esta mañana, yo también me desperté por los aullidos pero el miedo a ser regañada fue más fuerte en mi. Por cierto ¿está mejor?
Inmediatamente Raquel se enteró de que hablaba de su rescate de esa mañana temprano y estaba por responder cuando dos jóvenes se acercaron a ellas y uno de ellos pelirrojo de ojos castaños se acercó muy galantemente y las interrumpió
- Oh si pequeña tengo mucha curiosidad de que paso con ese bello animal que rescataste esta madrugada – mientras lo preguntaba tomaba suavemente la barbilla de Raquel elevándola y mirándola fijamente a los ojos.
Rápidamente la joven, evidentemente sonrojada, dio dos pasos hacia atrás alejándose un poco del chico.
- Se encuentra bien, gracias por preguntar – su voz sonaba entre cortada parecía que le habían quitado el aliento.
- Me alegro mucho, guapa – dijo el joven coquetamente y salió del aula seguido de su amigo.
Raquel se quedó tildada mirando al pelirrojo pasar mientras Aina a su lado hablaba.
- Eita Ishinomori el pelirrojo y su amigo Oliver Dunne, de los dos debes tener cuidado con Eita es un mujeriego y el novio de Mildred… ¿me oiste Raquel? ¿Raquel? –le pasa la mano por frente de la cara- hay mujer ya vámonos a ver al zorrito a ver como esta – se la lleva del brazo casi arrastrándola hasta que ella reacciona.
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Una vez en la enfermería les comunican que deben ayudar al zorrito a caminar así que Raquel, sola porque Aina tenía cosas que hacer, se puso a pasear al animalito y así estaban los dos solos caminando por el verde césped cuando un chico de pelo castaño un poco largo y oscuros ojos marrones se le acercó.
- Hola ¿puedo acariciarlo? –le pregunto educadamente y luego de que la pelirroja asintiera se acerco suavemente al animal y lo acaricio – me gustan mucho los cánidos ¿a ti no?
- Sí, me encantan todos los cánidos, especialmente los zorros, desearía poder quedármelo  - le mira – disculpa ¿tu eres? –lo había visto en sus clases, tenía su misma edad, pero no podía recordar su nombre.
- Oliver Dunne querida Raquel  -sonrió amablemente...


Continuara...

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